A la hora de solicitar un préstamo, existen numerosos factores que debemos tener en cuenta . La mayoría de ellos son comunes y conocidos por todo el mundo, como el tipo de interés , el plazo de amortización o las comisiones; sin embargo, algunos préstamos ofrecen otras posibilidades que, aunque a priori puedan parecer interesantes para el cliente, pueden acabar encareciendo el préstamo de forma notable.
En concreto, nos referimos a la carencia, una modalidad según la cual el prestatario no atiende al pago de una parte o la totalidad de la cuota durante un período de tiempo determinado. Es una opción que puede ser de utilidad en determinadas circunstancias, aunque muy excepcionales, ya que tiene repercusiones sobre el pago futuro del préstamo.
¿Cuándo resulta interesante pedir una carencia?
Existen dos tipos de carencia en un préstamo: parcial y total. En la primera, el prestatario solo paga intereses en su cuota mensual, de modo que no amortiza nada durante ese tiempo. En la segunda, en cambio, no paga nada de cuota mensual, ni la parte de intereses ni la parte del capital. Normalmente, el periodo de vigencia de la carencia se solicita al inicio del préstamo y, dependiendo de las ofertas de cada entidad financiera, los plazos pueden ir desde un mes hasta varios años.
Sin embargo, los periodos de carencia solo resultan interesantes cuando se producen situaciones de emergencia muy particulares. Por ejemplo, si en un momento determinado no disponemos de suficiente liquidez, la carencia permite aplazar la devolución del préstamo para, de esta manera, conseguir el tiempo suficiente para resolver esa situación. Por otro lado, cuando se trata de empresas, la carencia es una herramienta útil a la hora de financiar un proyecto que madurará en un futuro próximo, y cuya rentabilidad nos servirá para pagar el préstamo.
¿Qué repercusiones tiene la carencia sobre el préstamo?
A pesar de sus aparentes ventajas, la carencia tiene importantes repercusiones sobre las cuotas futuras. Sea cual sea el tipo de carencia, la cuota mensual aumenta. En la carencia parcial, porque tendremos que amortizar el mismo capital durante un período más pequeño de tiempo; en la carencia total porque, además del capital aplazado, los intereses que no paguemos durante ese tiempo también se sumarán a la deuda.
Supongamos un préstamo hipotecario de 200.000 euros a amortizar en 40 años, con un tipo de interés variable de euríbor + 1% (en la actualidad, el TIN sería de 1,13%). Sin carencia, la cuota mensual sería de 517,90 euros.
Si se aplicara una carencia parcial de dos años, la cuota mensual a pagar esos primeros 24 meses será de 188 euros, mientras que los 38 años restantes tendríamos que pagar una cuota de 539,49 euros. Si, en cambio, la carencia hubiera sido total, la cuota mensual los dos primeros años habría sido de cero euros, y los 38 restantes, de 567,02 euros.
Tal y como se puede apreciar en la tabla, el coste total del préstamo es mayor si aplicamos una carencia parcial, y mayor todavía si aplicamos una carencia total. Por esta razón, es importante valorar si realmente necesitamos aplazar el pago del préstamo mediante una carencia, pues la cuota mensual tras la carencia se incrementará y el importe total que acabaremos pagando puede aumentar significativamente.
Una solución puntual a una situación concreta
Debemos ser conscientes de que la carencia es una solución puntual a una situación económica concreta, pero en ningún caso debemos considerarla como una alternativa para pagar menos por nuestro préstamo. Solicitar un período de carencia no solo no es gratuito, sino que encarecerá de manera notable nuestro préstamo.