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Uno de los medios de pago más aceptados en la sociedad son las tarjetas de débito y crédito. Se trata de un sistema que muchas empresas de dentro y fuera del sector bancario están actualmente trabajando para mejorar y migrar a otras plataformas, por ejemplo pasando del plástico al software de un teléfono móvil, pero que sigue plenamente de actualidad porque la mayoría de personas disponen de alguna tarjeta en su cartera.

Las diferentes entidades emisoras de tarjetas de crédito y débito ofrecen múltiples modalidades para pagar con ellas y también diferentes servicios asociados al medio de pago. En la entrada de hoy, le damos un repaso a algunos de los más destacados para dar respuesta a una cuestión que muchos clientes de banca se hacen: ¿Qué tipo de tarjeta bancaria me conviene más?

Tarjeta de débito

Se trata de la modalidad más simple de tarjeta bancaria que una persona se puede encontrar entre la oferta. Es una tarjeta que carga los pagos realizados en el momento de la compra y sólo si hay saldo en cuenta. En caso de no disponer de fondos, la operación es rechazada y no se puede finalizar.

Este tipo de tarjetas resultan ideales para aquellas personas que no quieren sorpresas cuando llega el recibo con los pagos realizados con la tarjeta y que prefieren ir gastando poco a poco el dinero disponible en cuenta. La desventaja que tienen es que pueden quedarse cortas si hay que hacer frente a algún pago un poco mayor de lo habitual para atender a un imprevisto o un pico de gastos, por ejemplo, en la cuesta de enero o con la vuelta al cole de septiembre.

Tarjeta de crédito

Las tarjetas de crédito son las reinas del mundo del dinero de plástico . Las hay muy diferentes entre sí, que sirven para pagar y poder optar a financiación de diferentes tipos. Desde el pago sin aplazamiento , es decir, pago en un día fijo del mes de todo lo gastado, hasta pago con aplazamiento , que viene siendo lo mismo que optar a un crédito al consumo, normalmente de un importe no muy elevado.

La mayor ventaja de las tarjetas de crédito es la posibilidad de optar a financiación que ya está autorizada, es decir, a una línea de crédito que se puede disponer en cualquier momento que sea necesario, atendiendo así a necesidades puntuales que surjan en la economía familiar. El punto de atención en este tipo de producto siempre es el tipo de interés a pagar cuando se aplaza algún pago y las posibles comisiones que la entidad emisora pueda cobrar por su emisión y renovación anual.

Tarjeta monedero

Se trata de una tarjeta que pretende ser lo más parecido a disponer de dinero en efectivo en el bolsillo . Son habituales en centros de trabajo, en sistemas de aparcamiento regulado y en redes de transporte, ya que sirven para agilizar los pequeños pagos (compra en máquinas de vending, pago de estacionamiento por horas, de viajes en autobús y metro, entre otros).

La tarjeta monedero ofrece ventajas como el hecho de poder controlar mejor el «menudeo de gastos», al quedar registrados los pagos, y la comodidad de no tener que llevar siempre algo de dinero suelto para los pagos que requieren monedas o billetes más pequeños. Para las empresas que las integran en sus equipos, estas tarjetas tienen como mayor ventaja la reducción de costes por manejo de dinero en efectivo, ya que ayudan a tener que manejar menos dinero en formato de billetes y monedas, lo que reduce los costes de operación.

Como inconvenientes de este tipo de tarjetas, están la necesidad de disponer a mano de un sistema de carga de la tarjeta para poder usarla, aunque en muchas de ellas este proceso de añadir más dinero se puede hacer en redes de cajeros. Otra desventaja es la incompatibilidad de muchas de estas tarjetas entre sí, teniendo en muchos casos que usar una para cada sistema de pago (una para las máquinas de vending, otra para el pago de aparcamiento regulado, otra para el autobús, etc.).

Tarjeta de ticket restaurant

Los ticket restaurant han evolucionado en algunos casos a tarjetas con banda magnética, de tal manera que el importe de los cheques que antes se consumían en restaurantes casi exclusivamente, ahora se pueden usar más fácilmente en otros negocios, como son los supermercados y sin perder ninguna de las ventajas fiscales que ofrecen (reducir la base imponible en el IRPF).

Estas tarjetas tienen como mayor ventaja la reducción de la base imponible en la Declaración de la Renta, pero cuentan con la desventaja de que tienen algunas limitaciones, como pueden ser los límites de consumo diario o mensual a las que pueden estar sujetas.

Tarjeta bancaria sin cambiar de banco

En este caso, se trata de tarjetas de débito o crédito que ofrecen distintas empresas y marcas, asociadas a programas de fidelización y que no obligan a abrir una nueva cuenta en otro banco. Las tarjetas bancarias sin cambiar de banco es bastante habitual que las ofrezcan grandes superficies, en aerolíneas y en empresas con grandes cadenas de tiendas. Las hay gratuitas y que ofrecen ventajas, como el pago aplazado en cómodos plazos y sin intereses o a un tipo muy bajo, y también otras que tienen un coste considerable en forma de comisión de mantenimiento anual, con menos facilidades para el pago aplazado y que a cambio ofrecen puntos de programas de fidelización y descuentos.

Estas tarjetas suelen compensar cuando se hace un uso intensivo de algún servicio de una compañía concreta. La mayor ventaja suele ser en los casos de consumos elevados en un mismo negocio, pero hay que tener en cuenta que este tipo de tarjetas pueden llevar a descartar ofertas de terceras empresas que son mejores en precio para así poder beneficiarse del rendimiento en puntos o del pago aplazado a bajo coste.

Tarjetas asociadas a préstamos al consumo

Se trata de tarjetas que, en ocasiones, se entregan a las personas que compran algún producto y deciden financiarlo para pagarlo a plazos . Lo más habitual es que no se haga algo así y que se formalice un préstamo sin tarjeta de por medio, aunque algunas entidades aprovechan para incluir este medio de pago y ofrecer al cliente la posibilidad de gastar más dinero a través del medio de pago.

Este sistema cuenta con pocas ventajas, ya que la tarjeta puede llevar asociada alguna comisión a pagar al cabo de un tiempo y, sobre todo, porque el gasto que se haga con ella suele resultar muy caro en caso de aplazamiento, normalmente con intereses por encima del 20 % TAE. Si no se quieren complicaciones, lo mejor es evitar este tipo de tarjetas y más aún, el gasto con ellas.